jueves, 26 de diciembre de 2019

Lecturas . La noche que llegué al café Gijón ( 1977 ) , por Francisco Umbral

Estas fechas navideñas , que ya de por sí que no me entusiasman especialmente desde hace años , están siendo algo más agitadas de lo acostumbrado para mí, ya que además de los lógicos reencuentros en persona con esos amigos que uno ve cada vez más de cuando en cuando  , estoy en proceso de mudanza : búsqueda de piso y demás ( espero solucionarlo cuanto antes )  . Para este año 2020 que estamos a punto de alcanzar , con eso de desear cosas para los demás sin haber siquiera opositado para aspirante a Santa Claus ,  uno desea también , para uno, un año de cambios a mejor en algunas cosas , y tengo realmente puestas expectativas serias en que así lo sea.

De momento y con todo el trajín a cuestas,  quería dejar aquí por escrito alguna sugerencia literaria de aquello que estoy leyendo en estas fechas tan señaladas durante esas horas nocturnas e intimistas en la cama antes de que uno llegue puntual o no a su cita con Morfeo  . Ahora mismo me encuentro con esta novela de Francisco Umbral casi a la mitad  ( autor del cual ya me he leído unos ocho o nueve libros, entre novela y ensayo,  desde aquella primera vez en que decidí leer algo suyo . Fue , si no me equivoco , en las navidades de hace dos años , siendo "Mortal y Rosa", la novela que me tocó el corazón muy adentro. Pero hablar de Umbral, tanto de sus ensayos como de sus novelas me llevaría mucho tiempo  ) . La literatura de Umbral es biográfica, y no va a ser ésta "La noche que llegué al café Gijón" una excepción . ¡ Feliz Navidad ! 


“ Yo daba vueltas en la gran cama de la pensión de Ayala en que entonces vivía . Era una cama matrimonial, muy de fin de siglo , como una carroza del Museo de Carrozas del Palacio de Oriente. Una fiesta de ocio para el peatón literario que se andaba por Madrid con pies recalentados. En determinado día y a determinada hora tenía que llamar a la editorial para saber si sí o no. Fui temblando al teléfono de la pensión , que estaba en el pasillo, en una pequeña cabina-trastero, y que era un teléfono sobado de llamadas, húmedo de otras manos. Que no, que de momento no, que sí pero no, que bueno pero que no, que a ver si más adelante , que esto y lo otro. Que no. Volví a mi cuarto y lloré en la cama boca arriba ( no boca abajo como las señoritas de las películas ) . Desde aquella noche en que había cenado con un preso en una habitación vacía y llena de viento, nunca había vuelto a ver tan claro mi fracaso definitivo, mi inutilidad, mi negación, mi final sin comienzo, mi error. No sabían aquellos dos escritores el daño que me habían hecho. Era ya ese hombre inútil en una habitación ajena de una ciudad desconocida. Era una pequeña y silenciosa calamidad. Luego pensé -supongo- que había que seguir como habría seguido de no presentarse aquella falsa oportunidad. Había que seguir como si la oportunidad no se hubiese presentado nunca. Había que seguir, entre otras razones, porque no se podía hacer otra cosa. Así que volvió a empezar la rueda : por las mañanas a los estudios de cine a buscar gacetillas y por las tardes al café .Al anochecer al Ateneo y luego otra vez al café, hasta la madrugada.

La literatura era ya la mediocre rutina que es, incluso antes de haber empezado uno a ser literato. “

Francisco Umbral, "La noche que llegué al café Gijón " ( 1977 )

No hay comentarios: