Quería dejar un comentario sobre un extraordinario escritor que he descubierto hace poco muy tiempo.
¿Qué cómo lo descubrí? Pues no por los canales habituales, internet, o libros que uno va leyendo, que suele ser lo habitual, sino porque el sudodicho vive en Santander y en este momento está leyendo mi novela La sonrisa de Klara. Realmente no sé si le gustará o la pondrá a parir cuando la termine, pero lo que es cierto es que su crítica, cuando menos, me resultará más importante de lo que creía cuando se le envié por email. Mi tío, al que le comenté sobre mi novela hace unos meses, y que le conoce ya que trabajaron juntos en la concejalía de cultura de mi región durante varios años, quedó conmigo una mañana, me pasó su email y me dijo que se la envíara. He de decir que fue muy amable en su respuesta, y que, aunque en este momento está ultimando la edición de una recopilación de cuentos, me dijo que sacará tiempo para leerla.
Debo reconocer que le envié la novela un poco acomplejado, ya que al ser nuevo en esto de la escritura -al menos tras haber terminado esa primera novela, ahora tengo una segunda corta, sí, pero mi experiencia en novela o narrativa era casi cero hasta hace poco más de dos años-, y, aunque creo la he mejorado más reescribiendo algunos tramos estos últimos meses, y además haya recibido alguna oferta editorial (lo que desde mi punto de vista desde luego no es garantía de calidad para nada), la realidad es que no tenía ni idea de quien era aquel señor que me había recomendado mi tío, ya que servidor nunca había oído hablar de él. Así que tras escribirle decidí informarme un poco sobre su trayectoria como escritor, pero no por cotilleo ni nada parecido, obviamente, sino por el interés que me podía despertar un escritor que no conocía y que de repente iba a leer mi novela.
Nacido en León (la tierra mis parientes por parte paterna) en 1954, se instala en Santander a los veintipocos, me estoy refiriendo a Enrique Álvarez. Tras leer un artículo suyo que encontré en el ABC de hace unos años escrito por el muy reconocido Juan Manuel de Prada (escritor del cual tengo y he leído algunas novelas suyas), he podido, durante este último mes y medio, conseguir algunas de sus obras más imporantes, tres más concretamente, una de las cuales El rostro oculto, conseguí en una biblioteca-ong, Aida Books&More, que hay en Santander, y que forma parte de una red de librerias solidarias, la cual quiero recomendar encarecidamente para aquellos que deseen donar libros o comprarlos ya que ayuda para financiar proyectos de cooperación en paises del Tercer Mundo (se pueden también comprar libros por internet desde su página web).
Continúando con las novelas que conseguí, otra fue a través de todocolección.com -donde suelo comprar novelas o ensayos de segunda mano-, y otra por amazon, y serían estas tres: El rostro oculto, Hipótesis con Verónica y Soñar en serio. No me voy a explayar en este momento -primero porque mi salud me impide escribir mucho de continuo sin que luego tenga secuelas, aunque depende del día, hoy parece que estoy mejor, al menos de momento. Tomar valiums también ayuda- en ninguna de ellas, y solo me referiré de manera superficial, diré que la primera, El rostro oculto, es una impresionante novela larga de unas seiscientas páginas (imagino en parte autobiográfica), ambientada en León en su mayor parte y Santander en algunas breves escenas o alusiones. La trama y lo que es el desarrollo de la gran cantidad de personajes que pululan en ella, todas las habilidades que muestra a lo largo de esta obra, me parecen de una maestria insuperable. La segunda, Hipótesis con Verónica, sería una novela muy cortita (apenas 115 páginas) sobre un famoso caso real de una supuesta posesión diabólica ocurrida en Santander en los años 70, y la tercera Soñar en serio (266 páginas), un libro de cuentos y relatos, la mayoría ambientados en Santander.
¿Mi impresión en general? Perplejidad. Asombro. Desconcierto. Como bien decía Daniel, el personaje de la sonrisa de Klara, cuando Klara lo llevaba por las calles de Barcelona y recordaba que eran esas las mismas calles que ella le había descrito tantas veces por el móvil mientras se dirigía a casa y él, a 700 kilómetros de distancia, la escuchaba sentado a la mesa de dibujo, con las luces del cuarto apagadas, el flexo encendido, música de fondo, y un lápiz en la otra mano.
El rostro oculto me parece sin dudarlo una de las mejores novelas que he leído en toda mi vida. Cierto que yo me dejo llevar rápidamente por el entusiasmo, al menos al principio, luego la realidad cae y suele resultar decepcionante (incluido uno mismo), pero no me equivoco en este caso. Excepcional me parecería quedarse corto. Su prosa es fabulosa, de una riqueza linguística y a la vez una fluidez incomparables. Su bagaje intelectual y cultural desde luego, espectacular, desplegando de una forma increíble toda suerte de habilidades y virtudes para la narrativa. Los personajes, su capacidad para desarrollarlos y hacerlos terriblemente humanos, su extrema habilidad para urdir diálogos chispeantes, eléctricos, absurdos, surrealistas, serios, divertidos, ingeniosos, intelectuales, entrañables (pero a su vez verosímiles), y esa increíble capacidad para narrar y argumentar pensamientos complejos y de gran profundidad psicológica... Pfff... Bien es cierto que podría seguir y no parar en elogios a este escritor que he descubierto por casualidad y que me resulta un misterio absoluto, sobre todo por la poca o nula difusión que ha tenido en su longeva carrera (como dije nació en 1954).
Juan Manuel De Prada en su artículo en el ABC, fechado a finales de 2016, hablaba de él y de su obra, y menciona como es uno de esos escritores injustamente olvidados, como suele ocurrir tantas veces con auténticos talentos que van a la contra de lo establecido, que no tienen miedo en remar a contracorriente, a pesar de que luego el premio sea la invisibilidad, sino el denuesto o el rechazo. Evidentemente hay una cierta vena católica en algunas de sus obras que puede provocar rechazo a unos cuantos imbéciles, es la única razón-sinrazón que puedo ver, y lo digo yo que de católico no tengo mucho precisamente, y que he dado palos a las religiones como si no habría mañana a lo largo de mi vida, al menos cuando era bastante más joven. Pero desde luego respeto las creencias, y he de decir que una cosa son las creencias y otras las instituciones que dicen representarlas. En cualquier caso el trato que da este escritor a la religión católica se da en diferentes vertientes, como algo que forma parte intrínseca de sus historias, de la sociedad que retrata y de algunos de sus personajes, lo cual tiene toda su lógica.
Recuerdo que cuando comencé a leerlo mis expectativas acerca de él eran más bien pocas o nulas, sip, el prejuicio de no haber oído hablar de él estaba por encima de todo -a veces yo tampoco soy una excepción y me convierto en un cretino más, aunque intento siempre mantener una mirada abierta- pero entendí que como agradecimiento lo menos que podía hacer era leer parte de su obra, conocerlo un poco, interesarme realmente por él. También mi curiosidad innata imagino tuvo algo que ver en ello. El caso es que me he quedado muy impresionado, tanto como para escribir esto de una sentada y obligarme más adelante a escribir una reseña. Independientemnte de si su opinión de La sonrisa de Klara le resulta fallida o mediocre, desde luego no va a ser algo que me vaya a afectar negativamente, muy al contrario me sentiré igualmente agradecido por el hecho de que un escritor realmente talentoso la haya leído, y me servirá para mejorar, siempre y cuando siga escribiendo.
De momento dejo el artículo referido de Juan Manuel de Prada en este enlace de aquí abajo, y prometo en un futuro post comentar sobre las obras leídas y si leo algunas más. Interese a nadie o no, me gustaría darle el reconocimiento que merece a este maravilloso autor tan poco reconocido.
Aquí el artículo de Juan Manuel de Prada.
Articulo Juan Manuel de Prada para ABC