Algunas novelas con ciertos rasgos comunes (y de inspiración) para la creación de Agelasto fueron: La náusea (1938), de Jaen-Paul Sartre, El extranjero (1942), de Albert Camus, El túnel (1948) de Ernesto Sabato, El Quimérico inquilino (1964), de Roland Topor, El solitario (1975), de Ionesco, American psycho de Bret Easton Ellis, Ampliación del campo de batalla (1994), de Michel Houellebecq, entre otras.
“Agelasto no es simplemente una novela,
es un espejo distorsionado de nuestra sociedad contemporánea, un
relato introspectivo sobre la deshumanización, la soledad y la angustia
desconexión, vacío y sin esperanza. Es un hombre que, al igual que
muchos en la era digital, busca respuestas en un océano de estímulos,
pero se ve incapaz de hallar un propósito más allá de su propio
sufrimiento. A través de esta figura central, el autor entreteje un
estudio implacable sobre la alienación humana. El protagonista se adentra
cómo el autor utiliza el entorno para crear una atmósfera de
desesperanza palpable. Las escenas cotidianas —como la visita a un
supermercado, el paisaje de basura que invade las calles o la la
mirada vacía de una ciudad condenada— no son solo decorados que
crean una atmófera densa y pertubadora, sino que además se
convierten en personajes de la historia. La desolación se filtra en
cada rincón, amplificando el vacío interior del protagonista. Es un
paisaje en el que la vida parece detenerse, y donde las conexiones
humanas han sido sustituidas por la lógica de la indiferencia y la
inmediatez de la tecnología. La falta de contacto genuino con los
demás y el predominio de las relaciones superficiales que promueven
las redes sociales son otros de los elementos que se exploran en la
novela, mostrando cómo la tecnología, lejos de unirnos, termina
profundizando la desconexión emocional. En medio de este paisaje
desolado la pregunta sobre el sentido de la vida y la relación con
la espiritualidad se vuelve inevitable. Aunque la religión juega un
papel menor, es evidente que el Agelasto está buscando algo en lo que
creer, un rayo de luz en la oscuridad de su mente. En este contexto,
Agelasto es una novela que desentraña la
brutalidad emocional de la vida moderna, sobre el precio de vivir en
una sociedad hipertecnologizada, donde la conexión entre los
individuos se ha diluido en un mar de superficialidad. El autor, con
un estilo preciso y lleno de matices, sabe cómo crear una atmósfera
cargada de tensión emocional y existencial. Cada página refleja una
lucha por encontrar un sentido en un mundo que parece estar
perdiendo la capacidad de dar respuestas y ya no tiene mucho que ofrecer, donde
a pesar de toda la información a nuestro alcance, seguimos siendo
seres profundamente desconectados. En este relato, la violencia, el vacío
y la alienación no solo son temáticas, sino el pulso mismo que late
en la narración.
realidad, una llamada de atención ante el vertiginoso ritmo de una
sociedad que ha dejado de buscar el sentido para conformarse con la
superficialidad. Una novela que deja huella y nos invita a mirar
dentro de nosotros mismos, a reflexionar sobre lo que hemos perdido
y lo que nos queda todavía por encontrar en medio del caos, a
cuestionarnos nuestras relaciones, nuestras creencias y la dirección en
la que nos dirigimos como especie. Agelasto, en fin, no solo es una historia