sábado, 1 de enero de 2022

MI NOVELA: KLARA (Suburban Girl) (I) Feliz año 2022. Construir mi novela. Un poco sobre todo.

Año nuevo.

    Tres años. Hoy he cumplido tres años sin fumar. El día uno de enero de hace tres años encendí mi último cigarrillo. Un LM de cajetilla blanda. Desde que recuerdo he fumado esa marca.

    Esta mañana salí a correr (llevo año y medio saliendo a correr), y cuando volvía, atravesando un sendero arbolado junto a una estrecha carretera, pensé que el año pasado estaba haciendo lo mismo a la misma hora y por el mismo lugar. Año nuevo y a la carrera, podríamos titularlo. Eran poco más de las once cuando regresaba disfrazado de runner por una ciudad dormida aún, prácticamente vacía. Me encontré hojas de árbol desprendidas por el sendero, alguna que otra mascarilla tirada junto a un banco, botellas y papeles de periódico en un bordillo, latas de cervezas y restos de petardos diseminados como si fueran regalos abiertos. Esto serían algunos de esos residuos de la Noche Vieja o de la vieja noche. El ser humano no descansa ni en fiestas, sobre todo cuando de soltar detritos se trata.

    Paré, sudando por las mejillas y el pelo, que llevo largo y en coleta. Andaba con mis cascos puestos, y sonaba una canción que me traía recuerdos de conversaciones que tuve muchos años atrás y no volverán nunca. Sentí soledad, sentí libertad, sentí algo de tristeza, y sentí otra vez soledad. El día estaba soleado, al igual que el año pasado tambien lo estaba, un amplio sol amarillo rodeado de azules, sin una sóla nube. Y recapitulé un poco. La sensación de que no había pasado el tiempo era obvia, de que un año se había comido a otro, y así desde hacía tiempo. Y esa sensación de que cada vez se acelera más, de que los meses pasan como días, y los años como semanas.

    Y con esta entradilla quería ir al asunto por el que escribo este enlace, lo que me ha llevado todo este último año ya pasado, y parte del anterior, en mi tiempo libre. Un asunto tan sencillo como es la creación de una novela. Mi novela.

    Como dijo una vez Umbral y quedó inmortalizado, «Yo he venido a hablar de mi libro». Por cierto, Umbral (imaginad las letras en grande), enorme escritor injustamente tratado, y quién haya leído Mortal y Rosa se retuerce cada día por todos aquellos que sólo lo recuerdan por ese vídeo en el programa de la Milá donde dijo aquello de mi libro. Que algunos sólo lo conozcan por tal cuestión y encima les haga la puta gracia, dice mucho de cuanto hace falta leer en este país y lo poco que se hace, pero eso es otro asunto que ni me va ni me viene, ya que no tiene solución. Yo he venido a hablar de libro.

    Sin embargo, sí, Umbral era escritor y respiraba a escritor allá donde iba, alguien que sabía lo que cuesta escribir un libro y eso que a él le salía fácil, alguien que veía la vida no sólo en imágenes sino en tipografías. La banalidad es que prima en el mundo, y es una pena, pero la miel no está hecha para el asno. Francisco, allá donde estés, mi respeto y admiración, me he leído bastantes novelas tuyas, y algún ensayo también por supuesto (ese La llamada de la Tribu, que me dio a conocer escritores de la generación de 27 y algunos de la del 98), algunas excelentes como Trilogía de Madrid, La noche que llegué al café Gijon, Un ser de lejanías, pero la mejor, la desgarradora Mortal y Rosa, monumental obra lírica. Como esa, Paco, ninguna, y eso mejor que tú nadie lo sabe. Que se te tenga que morir un hijo con sólo seis años para escribir algo tan bello, Paco, tiene que ser terriblemente duro. Se que es algo que te marcó para siempre, pero dejaste un obra inmortal, inmensa, y rosa. Yo lloré leyéndola. Lo dicho, mi admiración, señor Umbral.

    Cambiando de tema, o yendo a la raiz del asunto. Si algo me ha podido reportar de positivo la pandemia, esta pandemia que arrastramos desde hace dos años, ha sido precisamente la posibilidad de lanzarme a escribir esa novela de la que hablo. En época de crisis escribe, en época de pandemia escribe más, no se quién lo dijo, probablemente nadie, pero debería decirse. Es probable que no sea la novela que esperaba escribir cuando era niño, si es que alguna vez esperaba escribir alguna.

    Es más, sí hace diez o doce años alguien me hubiera dicho que un día escribiría una novela le habría señalado con el dedo, y le hubiera dicho entre risas: ¿Bromeas? Eso es imposible, chaval.». Sí yo era de algo, era de ensayo, que no de narrativa. De hacer crítica social, no de contar historias. Me gustaba coger a veces los domingos y ponerme a escribir lo que me viniera a la cabeza, sobre algún tema social por ejemplo, ser subversivo, morder en hueso, apostar a caballo perdedor, pues eso es lo que hacen los que ladran contra las injusticias y las mareas, y se rebelan ante la mayoría apesebrada. Al final, acabas apartado seguro. Lo mío era eso. Veinte, treinta minutos de corrido, escribiendo, como si estuviera en una lancha a motor. A veces con un cerveza en la mano, otras un café espeso. Y hasta aquí. Lo que saliera. Vómito fresco. Sangre en vena. Lo que pensara alguien de mí, problema suyo. Libertad total, «se auténtico, tio», que las ostias caerán igual. Pues que caigan. Me gustaba filosofar sobre el mundo también, y sobre la vida, era un pazguato, un iluso, un soñador despierto, un Quijote idealista entre Sanchos pragmáticos, como les pasa a algunos. Luego te das cuenta.

    ¿Y que hacía entonces? Pues un día decidí colgar mis opiniones en una página web. Con mi propio nombre de usuario y todo: BatemanXXII. Reluciente, irreverente. Aquel era mi nombre, salió fácil, impensado. Sólo vi una película, añadí por otro lado, y ya está. Un recorte. Treinta segundos. No tenía mayor importancia, no me iba la vida en aquello, pero me la cambiaría. Y esto hablo hace quince años, como pasa el tiempo, ya lo decía por arriba. Cuando aún no existía eso que conocemos como redes sociales. Y a mi que nunca me han gustado las redes sociales. Pero uno lo piensa ahora y se da cuenta que aquella página era el preludio de una red social, del facebook o instagram que vendría después. Aunque con alma, aún la gente se comportaba en cierta manera como personas, no como deficientes mentales, aún no les había comido la sesera el banal mundo digital, aún lo de fuera se imponía a lo de dentro, se vivía fuera, no dentro, se miraba a los ojos, aún el narcisismo no había explosionado del todo, aún se podía hablar y entender la gente, no había llegado los me gusta y los selfies. Allí estaba esa página con sus mensajes públicos y privados, sus usuarios diferenciados, sus muros personales, etcétera. Esa fue la primera red social, la primera, quizá la única de verdad. Pero eso es otra historia.

    Siguiendo con lo dicho, a mi me gustaba escribir opiniones, o filosofar sobre la vida. A otros les gusta hacer surf, conducir un coche a gran velocidad o irse a ver un partido de futbol con sus colegas. Y algunos, simplemente partirse la cara entre ellos porque no saben otra hacer otra cosa que vivir violentamente o haciendo daño a otros. Como sabemos, cuestion de gustos. Pero hay gustos mejores y otros peores.

    Así que de alguna manera he tenido que aprender antes, aleccionarme un poco sobre lo que es construir una novela, o más bien aprender a escribir en un lenguaje completamente distinto. ¿Y como lo he hecho? De la única manera posible. Leyendo mucho. Tragando letras. Todo lo que he podido. Mucha novela, sí. También he leído ensayos, naturalmente. Pero sobre todo novela, como si fuera mi comida, mi cena y mi desayuno. Sobre todo en los últimos dos años. Ya desde 2015 había retomado la lectura, hábito que perdí en unos tiempos que entiendo bastante penosos, y que me hicieron caer en un pozo negro que es dificil de entender. Eso no significa que esta novela sea la quintaesencia del arte. No pretendo que lo sea tampoco, lo que he intentado es hacer algo legible al menos, y me he esforzado en intentar conseguirlo. Para ello he tenido que hacer una compilación de recuerdos de la memoria, de trozos importantes de mi vida. Por qué esto, sino es una biografía exactamente. Por qué es una novela confesional, es decir, trata una parte de la vida del autor, aunque literalizado, y con una mezcla de ficción y realidad. Hay partes inspiradas en mis propias vivencias, y otras salidas de mi propia imaginación, y eso es un poco en realidad lo que es la vida de cada uno, lo que es, y lo que nosotros le añadimos.

    En realidad, empecé con dos novelas a la vez, o primero una y al tiempo comencé otra. Todo se inicia en un viaje relámpago que tuve que hacer a Barcelona a principios de 2020, poco antes de la pandemia. Cuestión de semanas. Mi amigo Rubén me llamó por un tema personal y urgente. Tenía que volverse de Barcelona, volverse a Cantabria a vivir después de veinte años allí. Y me pidió que fuera a ayudarle a hacer el equipaje y acompañarlo de vuelta porque él no se sentía con fuerzas. El asunto era delicado.

    Así que claro, fuí. Cogí un billete de autobús para dos días después y allí me presenté en viaje esprés, después de tres años sin pisar Barcelona. Por esas casualidades extrañas de la vida, esa noche de sábado que viajaba hacia allí, el paciente cero del Covid-19 se dirigía en un avión procedente de Italia al aeropuerto del Prat. Llegó sólo unas horas antes de que yo lo hiciera. A partir de ahí se desató todo el pifostio en España, y luego en Europa. Pasé el finde encerrado en el piso en Badalona con mi amigo, embalando las cosas, animándole un poco. No pude ver la ciudad más que durante el trayecto en metro desde Sants, cuando llegué a primera hora de la mañana del domingo.

    Pocas semanas después estaba el país confinado. Mi amigo Rubén en una casa en un pueblo de Cantabria, a diez minutos en autovía de Santander (allí pasaría toda la pandemia), y yo en Santander, en un piso sin balcón ni terraza ni plantas ni sol (me había mudado un mes antes y las ventanas daban al norte, lo que significaba que no entraba el sol). Así que durante el confinamiento nos vimos nada. Y fue ahí cuando comencé a escribir una novela que trataba sobre ese viaje de vuelta a Barcelona semanas antes, sobre lo que le había sucedido a mi amigo Rubén, sobre lo que podría venir después (no la pandemia, claro), sobre el pasado de ambos personajes. Sobre muchas cosas. El caso es que estaba ambientado en ese 2020, claro. Dos personajes, dos amigos íntimos que se conocían desde la infancia, la llegada de uno de ellos a una casa antigua y misteriosa en un pueblo. Pero después de 750 páginas la dejé aparcada (y la retomaré en algún momento para terminarla, como una segunda parte de la que finalmente terminé) por otra. O mejor dicho, tiempo atrás de esta pandemia ya estaba empezada otra, pero en mi cabeza, que en realidad era la novela que quería escrbir o sentía dentro desde hacia muchísimo tiempo. La novela que tenía que escribir primero, o la novela que tenía que escribir sí tenía que escribir alguna vez una. Y es lo que hice.

    Me puse en marcha con ella.

    Su protagonista sería Daniel y estaría escrita en primera persona.  

    Daniel es un personaje propio, inspirado en mi propia vida, aunque no sea yo al mismo tiempo, evidentemente. Muchas de las escenas, muchos de los capitulos que se relatan, tienen una base real evidente: la experiencia propia. Evidentemente luego todo está trasladado a la literatura, existe un fondo de realidad, con personajes inspirados o basados en personas reales, pero también hay un contenido de ficción. Pero el fundamento de esta novela se basa en la experiencia vital que tuve en los meses en que estuve viviendo en Barcelona en el 2008, bajo una serie de circunstancias y un estado de ánimo muy determinado. Esto venía precedido de una etapa previa en Sitges un poco más atrás. Fue y entiendo aquella etapa como una etapa decisiva de mi vida, así que supongo era inevitable de alguna manera que pudiera tirar de ese hilo a la hora de iniciar una novela.

    Más allá de su calidad, dada mi inexperiencia y probablemente mi total falta de talento como escritor (no espero ganar ni el concurso de mi pueblo), me propuse hacerla desde el cariño, pensando en las personas que conocí, aprecié y amé, especialmente una. También me ha servido para revisitar el pasado largamente, recordar momentos determinados de nuevo, quizá revivirlos otra vez. Ha tenido su parte de catarsis, y puedo decir que me ha removido por dentro en ocasiones. Me ha hecho reir y llorar a veces mientras estaba al teclado. Me ha hecho sentir mucha pena y mucha alegría. Me ha hecho echar de menos a alguien, aunque para eso no necesitaba esta novela, porque hay personas que no se olvidan, porque no las quieres olvidar. Y me ha hecho tener sueños y levantarme en mitad de la noche pensando que estaba otra vez en Sitges en 2006 o en Barcelona en 2008.

    Durante los últimos años me he aplicado en ser un lector voraz. Después que el gusano de la literatura se hubiera introducido dentro de mi, y teniendo en cuenta mi propio carácter , el próximo paso lógico a dar era, conformar mi propia creación literaria. 

La novela se llamará, casi con seguridad:

KLARA

(Suburban Girl)

    Al menos esa es la idea, salvo haya cambios después. Al principio mi idea era llamarla La sonrisa de Klara, así que como digo, puede cambiar.

La sinopsis vendría a decir lo siguiente, aún falta pulirla (por que la sinopsis se hace al final de todo):

"Daniel, un treintañero de provincias se muda a Barcelona a intentar recuperar la amistad perdida de Klara, una chica barcelonesa amante de la magia blanca, la brujeria y los trisqueles que conoció por internet y con la que mantuvo una relación que terminó muy mal. Aunque aun mantienen contacto telefónico, su relación personal está muy deteriorada, tanto que está a punto de terminar, pero él espera salvarla, aunque en el fondo sabe que es imposible. Esta historia rememora las andanzas de Daniel durante esos meses, en una búsqueda de sí mismo y de aquella amistad perdida. En ese recorrido, el espíritu de Klara le acompañará en cada momento, entre recuerdos que surgen en su memoria."

Porque esta novela, si algo es, es un homenaje a una amistad y a la vida.

    Klara, como no, será un elemento muy presente dentro de la novela (de ahí su título). Es una novela larga, ojo, de más de 600 páginas (en principio se me llegó a ir a las casi mil escritas, y he podido reducirla a 620 y tantas, pero con esta reescritura que estoy haciendo es posible que suba algo más de nuevo). Klara, de alguna manera será la esencia de esta historia, su pegamento emocional, y por eso llena las páginas y los pensamientos de Daniel, como sombras que le hacen caer o luces que le alumbran en la oscuridad, según el momento. Quizá la verdadera protagonista sea ella porque vive en la cabeza de Daniel. Klara le inspira en su caminar despierto por las avenidas nocturnas de Barcelona, por las calles diurnas como comercial por el extrarradio de Cataluña o las zonas suburbiales, una de ellas Santa Coloma, a la que le destinan como comercial, y que reconoce de conversaciones que tuvo con ella cuando vivía allí. El río Besós, el puente de La Maquinista, lugares que Daniel atraviesa por primera vez y ante los que siente asombro, el vértigo de estar en carne y hueso donde tantas veces Klara le describió a través de un teléfono. Daniel lleva a Klara quedaba tan cosida al corazón que Barcelona y Klara son la misma cosa para él, aunque no la vea, aunque no la encuentre por ninguna parte cuando atraviesa las calles, aunque ya no puedan entenderse cuando hablan por teléfono.

    El personaje de Daniel nos irá contado en primera persona algunas de sus peripecias por esa Cataluña, desde su punto de vista, su propio fresco, retrato subjetivo de un chico de provincias, un paria venido a menos en una gran urbe que le queda grande como un castillo, y él la compara al principio como un ciudad futurista, un planeta ajeno con costumbres muy distintas a las que conocía. Desde su visión iremos conociendo ese mundo, el como echa en falta a Klara, como desea hablarla pero no sabe como hacerlo, como van surgiéndole todo tipo de aventuras sin él buscarlas (solo le pasan, porque las cosas pasan aunque no las busques). Y como el chico de provincias del norte, que creía sabérselas todas, descubre que no sabe nada en realidad.

    La novela está dividida en cuatro partes:

    En la primera parte Daniel vive en el barrio de Sants, Calle Alcolea, a diez minutos de la estación, donde compartirá piso con Michela, una chica italiana de Bérgamo que trabaja como profesora de italiano y que es quién le ha alquilado una habitación. En la segunda parte se mudará a la zona de Ciutat Vella, al piso de Ainhoa, una extraña chica hippie que cría polluelos en un su casa, junto a su hija pequeña, niña muda o con el sindrome del espectro autista, y su padre, Carles, que vive en una caravana cercana y sueña con vivir plantando cannabis en el extrarradio de Cataluña. En la tercera y cuarta parte nos encontraremos a Daniel en el barrio de la Torrassa, en Hospitalet de Llobregat, compartiendo piso con su amigo Ramiro (de Santander como Daniel) y Mar, la amante de éste, y su chihuahua chiflado. El libro recoge en estas cuatro etapas diferentes momentos en los nueve meses del personaje en Barcelona, junto a flash-backs de su pasado y fragmentos de como conoció a Klara y su relación posterior. A lo largo de la historia lo veremos trabajando como comercial o de teleoperador en un Call center, o acompañando a Ramiro en su menudeo de cannabis en el parque de la Ciudadela, junto a Herías o Antoni siete ganzuas, entre otros pintorescos personajes del parque o de la Barceloneta.

    Por el momento dejo en otro enlace lo que será el menú de las páginas que compondrían la novela, con todos los capítulos desgranados (finalmente decidí dividirla, aparte de en cuatro partes, en capítulos sueltos, todos ellos con un título, debido a su extensión, porque sino me perdía). Como estoy reescribiendo de nuevo algunos episodios, es probable que alguno de estos títulos puedan cambiar en la versión final.

   Más adelante subiré algún capítulo completo, en Pdf o Epub (imagino se puede, la verdad no lo sé por que nunca lo he hecho), para que se pueda leer, y cuando esté reescrita entera, lo anunciaré por aquí y por mi Facebook. La verdad es que no se si todavía tardaré más de uno o dos meses (porque terminada está terminada, lo que sucede es que la he revisado una última vez, y me he dado cuenta de que hay depurar algunas partes, y reescribir algunas otras, y en ello estoy. Y es que una novela siempre está sujeta a cambios. Como decía Vargas Llosa, hacer una novela es escribir, pero es más reescribir, reescribir y reescribir una y otra vez).

Pues eso, nada más de momento. En el post de arriba el esqueleto completo de lo que será la novela, mi primera novela, Klara (Suburban girl).

Feliz año a todos/Felic any nou a tothom. 

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