Mientras preparaba este capítulo para subirlo, pensaba que sin duda fue el que más me costó escribir de toda la novela con diferencia junto al último, aunque por diferentes motivos. Sobre el del final ya explicaré el porqué cuando lleguemos, que ya quedan muy pocos capítulos, creo que tres o cuatro más. Sobre este diré que quizá sea el más importante de todos, el que conecta todo, el que une al presente de 2008 en el que transcurre con el pasado cercano de 2006-2007 que deja atrás el Daniel, en su última visita a Sitges. Por si no lo he dicho (creo lo dije en algún ocasión), esta novela alberga elementos de ficción y de realidad (no deja de ser una historia real ficcionada), lo que significa que las líneas de separación entre ambos a veces se tocan o incluso se hacen indistinguibles. Esto en parte es porque el personaje de Daniel no deja de ser una suerte de alter ego mío de aquella época (es decir, soy yo pero sin ser yo), y porque la novela a su vez (en parte) no deja de estar basada en recuerdos, y los recuerdos son una reconstrucción de la memoria, recuerdos que con los años pierden vigor, quedándose con ciertos fragmentos inconcretos, otros muchos más vívidos, al tiempo que la memoria modifica otros a su arbitrio, creando una realidad nueva de todo ello.
Sin embargo, mientras escribía este capítulo (como otros), volví a revivirlo tal cual si estuviera allí de nuevo, con pulcra nitidez, y sentía una punzada adentro a cada golpear del teclado. No recuerdo las mañanas -siempre a primera hora, seis y media, siete de la mañana- que me ocupó este texto de tan pocas páginas en realidad, pero fueron bastantes. ¿Tan pocas páginas pueden encerran tantas emociones buenas y malas al tiempo?
No sé si alguien me lo dijo una vez, o lo he leído en alguna parte (más probablemente lo segundo) que "si decides escribir una novela, debes desnudarte lo más que seas capaz, es la única manera de hacer algo auténtico, algo que no suene falso, al menos debes intentarlo, y sino mejor no lo hagas nunca". Porque se trata de escribir con el alma abierta y el corazón en la mano, irremediablemente. Y a fe que, bien o mal, es lo que he tratado de hacer en esta novela de principio a fin.
En este capítulo: Daniel rememora la última tarde en la playa de Sitges, junto a Klara, y Niebe.
El título es lo suficientemente significativo, sobran las palabras, mejor leerla.
Pisoteando sueños comunes en la arena de Sitges
(Para leerlo, clickear en el enlace y luego descargar el archivo)
En la imagen: Playa de Sitges.