Pues nada, aquí estamos a mitad de diciembre, terminando 2023. Acabo de ver que llevo más de tres meses sin subir nada, lo cual no es casualidad, ya que la razón no es solo que el último post fuera el final de la novela La sonrisa de Klara, sino porque arrastro problemas de salud desde hace ya dos años, y he ido a peor. A lo largo de todo este tiempo he ido teniendo que ir (paulatinamente, sobre todo este último año) dejando de dibujar, de estudiar una oposición (y otros estudios), de escribir, de salir a correr, casi de salir a pasear, en resumen, de llevar una vida normal. La verdad sería largo de explicar, pero estoy aun esperando realizarme pruebas definitivas para saber que me pasa. ¿Increíble que aún no lo sepa? Pues sí, pero contarlo aquí sería largo y no tengo ganas y moral para ello. El neurólogo me ha asegurado hace unos días que en un 99.9 no sufro de una enfermedad cerebral o del sistema nervioso, pero ha solicitado una resonancia cerebral, y también tengo pendiente hacerme una dorso-lumbar. Por suerte hace unos meses he podido volver a retomar en cierta manera la escritura y he terminado alguna historia corta. He seguido a ratos dos novelas que tenía comenzadas. Una que era la segunda parte de la Sonrisa de Klara, de la que tengo ya escritos más de 600 folios, y se inicia en 2020 (es continuista de la primera, porque se ve que sucedió con algunos de los personajes transcurridos once años años, Ramiro y Daniel especialmente, ambos ya en Santander de nuevo, y que serán los dos principales protagonistas por separado, en dos tramas lineales y paralelas), y otra protagonizada por Julia, una mujer bibliotecaria de cincuenta y seis años de edad que terminaba, por unas serie de hechos luctuosos, en un extraño pueblo junto a su perrita, y de allí en una hermosa cala próxima donde tropezaba accidentalmente una suerte de hospital llamado El balneario del alma; a partir de ahí comienza una historia con tintes aparentemente fantásticos. Entre las historias cortas he sacado una novela corta de unas 110 páginas que acabo de terminar estos días y que puedo ya considerar mi segunda novela oficialmente, aunque no tengo claro el título aun, estoy entre tres o cuatro títulos distintos. En este caso sería lo que se conoce como nouvelle o novela corta, ya que es inferior a 40.000 palabras (poco más de 36.000).
Durante estos meses además he recibido alguna propuesta de dos editoriales para la publicación de La sonrisa de Klara, aunque no he aceptado ninguna de ellas por distintas circunstancias.
Por lo demás, anteayer día 15 fue mi cumpleaños. Cuarenta y nueve años es una cifra horrible, pero suena bastante mejor que cincuenta ¿no?. A partir del año que viene a estas alturas (si sigo vivo) cuando me pregunten la edad diré 49+1, y dos años después diré 49+2, y así sucesivamente. Mi hermana pequeña, como siempre en los últimos años, me ha regalado un libro. En realidad dos. Su generosidad para conmigo es excesiva, al menos en esta clase de cosas. A mí no me gusta especialmente que me hagan regalos ni que me feliciten, me ruboriza, son cosas que a veces algunas personas quizá no se han entendido, nunca lo he hecho con ánimo desprecio, en mis adentros lo agradezco mucho. Por lo demás son dos libros que tenía muchas ganas de leer, ya le había comentado a ella. Esperaba que me regalara uno pero no dos. Pues sí. Dos. Y llegará un tercero por Reyes. Quizá porque sabe que mi mayor pasión desde hace años es la lectura (después de la escritura), y vivo enterrado entre libros.
Aun no he empezado a leerlo ya que los tengo desde anteayer y en este momento estoy con dos novelas y dos ensayos (suelo leer cuatro o cinco libros a la vez, he llegado a estar con ocho a la vez, en fin, es una locura bastante demencial, lo sé). Las dos novelas que estoy leyendo son Los inconsolables de Kazuo Ishiguro, y Al volver la esquina de Carmen Laforet (esta segunda, esquisita, que ya he leído pero quería leer otra vez, porque Laforet me maravilla), aparte de dos ensayos, uno de Giovanni Papinni, y otro de M. Cioran. Quizá realice alguna reseña más adelante de alguno de ellos, este año no he escrito ni una, y el año pasado ni lo recuerdo, pero ha habido muchas lecturas que han merecido loas aunque yo no sea un crítico consumado, pero al menos puede servir para dar alguna sugerencia a lectores.
El caso es que las dos obras que me ha regalado son las siguientes. Uno sería un recopilatorio de Carson McCullers (1917-1967), una fabulosa escritora del Estados Unidos sureño que descubrí hace nada más que un mes y medio cuando leí su novela más conocida El corazón es un cazador solitario (unas 312 páginas), que escribió con solo 23 añitos, y que es absolutamente extraordinaria. Una novela perfecta. Me enamoró su prosa y sus personajes, especialmente, Mick (que maravilla de personaje), la niña casi adolescente que es el personaje central de la novela y un trasunto de la propia autora. McCullers tuvo una vida desgraciada, murió con solo 50 años y la mitad de ellos vivió muy enferma, pero la sensibilidad de esta mujer y su amor por la vida es algo fuera de lo común. En este caso el libro que me ha regalado mi hermana sería un recopilatorio de título El aliento del cielo (unas 700 páginas), donde van recogidas buena parte de sus relatos cortos, y tres de sus novelas cortas, La balada del café triste, Reflejos de un ojo dorado y Frankie y la boda. Hablamos de prácticamente el grueso de su obra salvo creo otra novela que tiene por ahí, un libro autobiográfico, un ensayo y esta sublime novela que he comentado, y que es la novela que la catapultó a la fama y su obra más reconocida.
El otro sería De vidas ajenas (264 páginas) de Emmanuelle Carrere (1957), novelista francés y un escritor muy de actualidad, sin duda unos de los mejores, y que actualmente y desde hace años escribe novelas insparadas en distintos hechos y/o personajes reales. Yo he leído varias suyas y es un extraordinario escritor, de una sensibilidad que ya no se destila en la novela actual, leerlo es un placer aunque sus novelas son duras, crudas, y se dan sucesos realmente terribles, ya digo, con el añadido de que son sucesos reales que él investiga y relata como testigo. En esas mete su propia vida privada de por medio, y la literaliza, con sus consiguientes problemas a nivel personal (incluso en una de ellas con su divorcio de hace unos años y su ingreso durante un tiempo en una institución psiquiátrica). La literatura llevada a su máxima expresion de realismo, con una sensibilidad sin igual.
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