Robert Redford fue una estrella de cine que no deseaba ser una estrella de cine. De esos pocos actores capaces de llenar por sí solos la pantalla debido a su carisma, de conquistar a una mujer con su mirada, por contra, nunca soportó la banalidad y la degeneración moral de Hollywood. Podríamos definirlo desde la lejanía como un hombre talentoso, comprometido, sensible y humano, muy humano; extremadamente humano. De por sí eso es mucho concentrado en un solo ser humano, en un mundo que está siempre bajo sospecha.
Por el cine deja un legado extraordinario:
- Como actor: películas como El golpe, Dos hombres y un destino, Memorias de África, Las aventuras de Jeremiah Johnson, Todos los hombres del presidente, Brubbaker, etcétera.
- Como director (mi debilidad más que como actor): auténticas joyas como Quiz Show. El dilema, Alguien susurró al oído de los caballos o El río de la vida (esta última recuerdo haberla visto al menos diez o doce veces; la tenía en VHS a principios de los años 90. Maravillosa. Debo revisarla).
- Como emprendedor: creó el Festival de cine independiente de Sundance en 1978, uno (o quizás el que más) de los festivales de cine indy más famosos del mundo, donde se descubrieron a directores de la talla de Quentin Tarantino, Steven Sodenbergh o los hermanos Cohen, entre otros. Casi nada.
Su contribución al cine es, definitivamente, extraordinaria.
Por último, como anécdota, recuerdo escuchar años a en alguna parte que Redford visitó España con apenas veinte años. No era famoso, no era conocido, no era nada mas que un joven sensible en crisis existencial que terminó en nuestro país como podía haber terminado en Japón o Italia. Al parecer se recorrió diversas ciudades de España borracho como una cuba, quizás intentando entender el porqué y para qué, buscándole un sentido existencial a la vida que no encontraba en su Estados Unidos natal. A veces alejarte de tu mundo te da ese espacio necesario. Finalmente parece que encontró su camino, lo cual nunca es fácil; en realidad es una de las cosas más difíciles de esta vida.
A mí siempre me cayó muy bien, le tenía una simpatía especial. Me atrevo a decir que comprendía su sensibilidad y su mensaje.
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