Continúando con el universo Agelasto, aquí tenemos una imagen de la novela, analizada, con parte del fragmento original.
Título:
La habitación de Leire
Descripción visual:
Una habitación húmeda y pobremente iluminada, con manchas en el techo y una cortina deshilachada que apenas filtra la luz grisácea del exterior. En el suelo, apoyada contra la pared, una mujer pelirroja, ojerosa, semiconsciente, abraza a dos niños pequeños. Ambos visten ropa sucia y lloran desconsolados.
A pocos metros de ellos, un hombre de rostro sombreado sostiene un jarrón de cristal vacío. Su figura parece congelada entre la confusión, la culpa y la violencia recién desatada. Al fondo, en la penumbra del pasillo, se adivina el cuerpo caído del agresor.
Fragmento del texto original:
“Los veo al entrar, de pie, arrinconados detrás de una cama de matrimonio, pegados a una cortina. […] Leire yace en la moqueta, está de lado y con la cara hinchada. […] Cojo entre las manos un jarrón de cristal lleno de agua y vuelvo a la habitación, donde arrojo el contenido sobre su cabeza. […] La mujer reacciona, abre los ojos con suavidad. Para mí sorpresa está viva. Los niños corren hacia ella y se arrojan en sus brazos, gritando mamá, mamá, dos ecos dobles.”
Función simbólica y narrativa:
La escena representa el único momento de auténtica acción ética del protagonista. No se mueve por ideología, ni por deseo, ni siquiera por redención personal. Solo reacciona ante lo irreparable: la posibilidad de que dos niños sean asesinados.
Leire, reflejo distorsionado de Diana, cataliza una memoria emocional dormida, y su agresión reactiva algo que parecía muerto.
Esta escena no trata del heroísmo: trata del límite. Del umbral donde el cuerpo y la historia estallan. El personaje actúa sin comprender, guiado por una brújula rota cuyo único norte es el dolor de los inocentes.
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