domingo, 27 de abril de 2025

Agelasto. Nietzsche y el nihilismo.

Nietzsche y el nihilismo. Tras la muerte de Dios, el hombre pierde su asidero espiritual, su promesa de trascendencia, su papel principal en el universo, y con ello se encuentra en un mundo que ya no tiene sentido.

"¿No vagamos cómo a través de una nada infinita? ¿No sentimos el alentar del espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frio?”.
Estas son algunas preguntas que se hace el filósofo alemán, de un tono bastante similar (probablemente inspirado por ella) a la mítica sentencia con que nos fustigó Pascal sobre la muerte: “Me aterra el silencio eterno de esos espacios infinitos”, que nos dispone a dos opciones:
El calor esperanzador de la creencia o la fríaldad aterradora del vacío (de la inexistencia).
Agelasto navega en un mundo, el nuestro, donde cualquier forma de creencia trascendente ha sido hecha añicos. El personaje, casi en su final, se adentrará en una Iglesia, con un bebé entre los brazos rescatado de entre los desperdicios. ¿Busca acaso la luz perdida? ¿Entregar la inocencia encarnada del bebé en el único lugar donde quizá pueda estar a salvo, en un lugar donde quizá sí existe un sentido?

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