miércoles, 16 de abril de 2025

Sociología de las sociedades posmodernas del hiperindividualismo. La felicidad en la pareja y las relaciones impersonales.

Según François de Singly, la valorización del lazo conyugal se explica por la necesidad de mostrar, en las sociedades individualistas, que no vivimos exclusivamente en función de la lógica del interés personal, que nuestra identidad individual es rica en otros aspectos, en particular en valores afectivos no utilitaristas, en virtudes desinteresadas, en la capacidad de dar gratis tiempo, atención, amor: en resumen, que el dinero no lo es todo, que estamos dotados de «cualidades humanas», de sentimientos, y que no pensamos solo en nosotros mismos. «Vivir en pareja hace visibles en la escena pública las pruebas de la existencia de la razón humanitaria.»

No esconderé mi escepticismo respecto a esta explicación. Ya que si la hipótesis fuera justa, debería conllevar una condena moral de las personas que viven solas. No es así ya que no se estigmatiza a las personas solas, no se las considera más egoístas que las otras: como mucho se las compadece. Si la norma conyugal persiste no es para hacer de contrapeso al utilitarismo, sino debido al ideal de felicidad privada, que es difícil concebir sin el intercambio intimista y la calidez de los lazos sentimentales. En la era del hiperindividualismo, la felicidad se asocia a la vida en pareja porque esta es una barrera ante la experiencia dolorosa de la soledad, porque permite, al menos idealmente, tener la sensación de contar para alguien en particular, ser importante a sus ojos, y en consecuencia no ser una individualidad sustituible. Si la vida conyugal se considera por lo general como más deseable que el celibato, es porque se la asocia a la posibilidad de poder disfrutar de relaciones sentimentales en un mundo dominado por las relaciones impersonales, gozar de una proximidad comunicacional intensa e íntima con el otro considerada necesaria para la vida feliz.






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